Supongo que deberíamos empezar por lo básico. En efecto, soy un vampiro, llevado a tal estado de la existencia en el año de nuestro señor de 1796 por una mujer que me fue presentada como una “dama de la noche”. El caballero que nos presentó (uno de sus sirvientes, según descubrí mas tarde) tenía un extraño sentido del humor.
Pero me estoy desviando. Sí, bebo sangre humana. Sin el sustento que me proporciona, me marchitaría; Son ella, viviré para siempre. Exacto, para siempre. A menos que sea destruido (Y destruir a uno de los condenados no es cosa fácil, te lo puedo asegurar) los vampiros somos tan inmortales como dice la leyenda. Sólo el sol y las emociones que engendra nos esta vedado. Los vampiros podemos beber sanen las noches de eras incontables, podemos seguir incólumes mientras todo lo que conocemos se convierte en polvo a nuestro alrededor y es reemplazado por algo que a su vez se desmorona, y así sucesivamente…
Ah, vuelvo a salirme de la cuestión. Sangre, sí, sangre. Puedo sobrevivir con sangre de animales (casi todos podemos, menos los mas viejos) pero esta dieta no es agradable. No, todos queremos beber de las mejores cosechas, pues de lo contrario pasamos todo el tiempo con un embotamiento en las tripas que nunca desaparece. Además, diría que se pone peor cuanto más hambre tienes; Es probable que un vampiro que haya pasado demasiado tiempo sin alimentarse demuestre una lamentable falta de autocontrol.
Hay otros indicios fisiológicos que revelan mi condición. Mi corazón no late; basta con la fuerza de mi voluntad para impulsar la sangre por el cuerpo. Mis órganos internos, por lo que se, llevan mucho tiempo atrofiados y convertidos en simples vestigios. Pero ningún forense llegará a verlo, pues si fuese destruido me descompondría rápidamente en polvo. Mientras tanto, no me afectan molestias como la respiración, las temperaturas extremas y demás. Mi piel esta siempre fría, a menos que desee calentarla. Pero eso cuesta un cierto esfuerzo de voluntad y gastar sangre valiosa. La comida corriente me es repulsiva y no aguantaría mas de unos segundos en lo que queda de mi estómago. Incluso con la eternidad extendiéndose ante mí, querida, tengo cosas mejores que hacer con mi tiempo que inclinarme sobre la taza del inodoro para vomitar cenizas y bocados sin digerir.
En términos legos, ya no soy un humano. A todos los efectos soy simplemente un cadáver andante que se alimenta de sangre, idéntico a cualquier ocupante de una morgue salvo por el hecho de que me muevo. Reservo las delicadezas como calentar mi piel y parpadear para cuando estoy en compañía, como la tuya.
Dame las gracias, querida. Mantenerme con este fresco aspecto de rosa para ti me esta costando más de lo que imaginas.
Ah, volvemos a la ingestión de sangre, el acto definitorio, si lo hubiese, de mi existencia. Sí, me temo que es una necesidad, aunque puedes dejar viva a la presa. Todo lo que hace falta es un poco de autocontrol y un pequeño esfuerzo para cerrar la herida… y no, no todos bebemos del cuello. Otro cliché que puedes borrar de tu lista. Pero el problema de dejar viva a tu presa es que, a menos que tengas ciertas… protecciones, recuerda lo ocurrido. Estas violaciones de la mascarada no están bien vistas por los poderes fácticos entre los vampiros. Con frecuencia, limitarse a matar es lo más sencillo.